Sviatoslav Richter: Reflexiones

Hace unos días tuve la suerte de ver y poder copiar el programa de mano de un concierto que ofreció, nada más y nada menos que Sviatoslav Richter, el 17 de febrero de 1990 en el Hotel Don Carlos de Marbella.
Lo primero que llama la atención al ver el programa es que dedica más del doble de espacio a justificarse que a exponer su currículum. Aquí lo tenéis, merece la pena leerlo:

SVIATOSLAV RICHTER

Nacido en Jitomir (Ucrania), aunque de origen alemán, éste gran pianista es hijo de un compositor y profesor del conservatorio de Odessa, ciudad donde transcurrió su infancia y adolescencia.
A los 15 años ingresa en el Teatro de la Ópera de Odessa  trabajando primero como pianista acompañante y siendo nombrado poco después director ayudante sustituto.
En 1937 se traslada a Moscú, inscribiéndose en el Conservatorio de esta ciudad como alumno del célebre pianista Heinrich Neuhauss, al que siempre llamará su "segundo padre musical".
En 1940 su carrera como concertista se inicia de modo fulgurante con el estreno mundial de la Sonata nº 6 de Prokofiev, que el compositor acababa de sacar a la luz. Años más tarde, el mismo Prokofiev le dedicaría su Sonata nº 9.
A partir de esa fecha, su carrera ha sido una ininterrumpida serie de éxitos por todo el mundo y la amplitud de su repertorio es la mejor muestra del profundo interés y la curiosidad insaciable del Maestro por todo cuanto esté relacionado con la Cultura y el Arte en cualquiera de sus expresiones.

¿POR QUÉ NUNCA TOCO SIN PARTITURA?
Desgraciadamente tardé bastante tiempo en decidirme a tocar con la partitura en mis conciertos, aunque ya había llegado mucho antes al convencimiento de que así debía hacerse.
Es una curiosa paradoja que en épocas pasadas, cuando el repertorio pianístico era mucho más reducido e infinitamente menos complejo, tocar con partitura era la norma; sana costumbre que Liszt desterraría.
Hoy en día, nuestra mente está obligada a ocuparse no solo con la música, sino también con otras mil cosas que la abruman, fatigándola inútilmente.
¡Qué pueril vanidad, cuanto trabajo estéril y agotador requieren esas proezas memorísticas, cuando lo único importante es hacer buena música que llegue al auditorio! Rutina lamentable en la que se complace la falsa gloria y que ya criticaba mi querido maestro Heinrich Neuhaus.
La llamada al orden que supone tener la partitura a nuestra vista previene de esas licencias que se da en llamar "libertad" ó "individualidad" del intérprete y con las que, a la vez, se tiraniza al público y se corrompe la música cuando lo único que son es falta de humildad y de respeto por ambos, música y público.
Desde luego, no resulta fácil el llegar a sentirse totalmente libre cuando se toca con partitura y se necesita tiempo y esfuerzo hasta convertirlo en un hábito espontáneo. De ahí la conveniencia de comenzar a practicarlo lo antes posible.
Mi consejo a los jóvenes pianistas sería: Adoptad éste método sano y natural que os permitirá no abrumaros con la repetición de los mismos programas una y otra vez y que os dará a vosotros la posibilidad de una vida musical mucho más rica y diversa.

¿POR QUÉ TOCO CON TAN POCA LUZ?
No es por mí, ni tampoco por esas misteriosas razones que me atribuyen y que varían según la idea, malévola o halagadora, que de mí quieran hacerse: sencillamente, es por el público. Vivimos en una época de "vouyerismo" y nada hay más funesto para la música. El movimiento más o menos rápido de los dedos, la gesticulación del rostro, no son en absoluto el reflejo de la música sino el del trabajo sobre ella y en ningún caso ayudan a su mayor o mejor comprensión; las ojeadas sobre la sala y los espectadores son obstáculos para la concentración del auditorio cuya imaginación se ve desviada de la música y su intérprete. La Música debe llegarnos siempre pura y directamente.
Con mis mejores deseos y la esperanza de que la oscuridad favorezca el recogimiento, ¡nunca el sueño!.

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